Me fui poniendo ciega con la vida, porque me fue gustando, lo confieso. Me enamoré de sus trucos más viejos: las tardes, los paseos, las citas en los bares, comer fuera de casa, charlar con los amigos, probar lo prohibido, amar sin compromiso, liarme y desliarme. Tener sueños de gloria de una existencia mejor, más razonable. Gritar contra lo injusto y ponerme del lado del que no es nadie. Había un no sé qué por cargar lo que me echaran, comerme el mundo en un instante y tropezar tantas veces en la misma piedra...
No hay comentarios:
Publicar un comentario